Grassi "La justicia tiene todo lo necesario para evaluar mi absolución”

El sacerdote Julio César Grassi, acusado de abuso sexual y corrupción de menores en la Fundación Felices los Niños, salió al cruce de Las pruebas aportadas por la querella en el juicio que se le sigue y consideró que la justicia "tiene todo lo necesario para evaluar mi absolución".
En diálogo con Télam, desde su oficina frente a la Fundación, y a pocos días del alegato de sus abogados, Grassi afirmó que la Iglesia católica cree en él y que lo acompaña.

Télam-¿A esta altura del juicio contempla la posibilidad de ser condenado?

Grassi- Contemplo esa posibilidad porque el final de un juicio no tiene intermedio, es una u otra opción, pero yo veo una absolución. No porque sea un optimista ciego, sino porque he vivido siete meses de juicio, he sido todos los días el primero en llegar al tribunal, no he faltado nunca, porque escribí todo y noté que mientras del otro lado tenían indicios nosotros entregamos pruebas.

En el sistema probatorio, quien acusa debe demostrar lo que está diciendo. Ellos no han podido hacerlo, han basado la acusación en dos ítems: la "credibilidad" de la denuncia y las pericias, que sólo hablan de verosimilitud, no pueden hablar de mentira o verdad.

T-Usted sabe que los delitos de abuso sexual son delitos de índole privada y que el derecho tiene esos instrumentos para conformar la prueba.

G-Testimonios y pericias no son los únicos instrumentos que tiene la justicia para demostrar si hubo delito. Una persona puede hablar de un hecho verosímil pero ese relato no es necesariamente verdad. Yo puedo llegar a decir cómo es un robo porque sé cómo es un robo. Y puedo hacerlo con un relato verosímil, creíble, pero después la justicia tiene que investigar los elementos interiores de ese relato verosímil.

T-Pero la pericia permite validar esos testimonios. ¿Por qué dice usted que no es una prueba?

G-La pericia es una prueba, pero no es absoluta. Es una prueba muy tenue al lado de las pruebas concretas que entregamos.

T-Los abogados querellantes dicen que su defensa se basó en la desacreditación y descalificación de los testimonios de los jóvenes y no en pruebas que confronten con las de la acusación.

G-Los que dicen eso mienten. La mayor cantidad de las pruebas concretas espacio-temporales presentadas por mi defensa no dieron credibilidad al interior de los testimonios vertidos en este juicio. Darle tanta importancia a las pericias que analizan la estructura de personalidad de los denunciantes ha sido absolutizar solamente uno de los elementos, cuando hay un marco probatorio alrededor que dio elementos de sobra para decir que soy inocente.

T-¿Por qué dijo usted que fue prejuzgado?
G- El principio de inocencia no sólo defiende el hecho de ser inocente hasta que se demuestre lo contrario, sino que uno tiene que ser tratado como tal. Y a mí no me trataron como inocente. Que en los alegatos y en el juicio los abogados querellantes y el fiscal digan determinadas cosas es normal, lo tengo que aguantar porque hay una denuncia y ellos van a tratar de probarla. Entonces, no puedo quejarme de las cosas que digan respecto al delito, pero sí cuando me denigran o dicen cosas de mí que no son. A la gente se la ha bombardeado con una imagen de que "ya estoy condenado", de que "la cosa ya está probada" y eso es prejuzgamiento social.
No hay nada peor que vivir una acusación y más aún cuando esa acusación es judicial. En Argentina no se hace docencia del principio de inocencia. Te acusan y ya te tratan como culpable. No tienen ningún derecho.

T- ¿Y la jerarquía de la Iglesia, también lo prejuzgó?

G- No he tenido ningún cuestionamiento de mis compañeros, salvo una recomendación metodológica por parte de un sacerdote que apareció por televisión diciendo que yo tenía que tener una actitud prudente y suspender determinadas actividades durante el juicio.

T-¿Usted dice que la Iglesia lo respaldó?

G-El respaldo de la Iglesia no es asimilable al apoyo que a veces los políticos necesitan para mantenerse en un cargo. Recibí el acompañamiento espiritual y sobre todo la credibilidad. Mis obispos me creen. Mi obispo anterior, monseñor (Justo) Laguna y mi actual obispo, Luis Guillermo Eichhorn, me creen.

T-¿Por qué Laguna no declaró en el juicio como testigo?

G- Pidió lo que él considera que es la ley: declarar por escrito. El fiscal fue a citarlo pero finalmente no lo llamó. Considero que monseñor Laguna igualmente se comprometió mucho; me dijo que no quería parecer como que estaba presionando a la justicia. Al principio trató de que no fueran los medios los que me juzgaran.

El me dijo: 'yo te apoyo y te creo, pero luchá fuerte dentro de la justicia, como debe ser'.

T-Más allá de lo que se dice frente a las cámaras, en pocos días más un tribunal lo juzgará por 17 hechos de abuso sexual contra tres jóvenes que estaban bajo su cuidado en la Fundación Felices los Niños. ¿Confía en que el veredicto de la justicia será objetivo?

G-Creo que sí. La Justicia tiene todo lo necesario para evaluar mi absolución y para que se descubra la responsabilidad de las personas que llevaron a un inocente a vivir este calvario y a arruinar buena parte de una obra que ayuda a los más necesitados. ¿Qué puedo decir de los jueces, si están callados todo el tiempo? Que han sido abiertos y que han dado amplitud probatoria. Nadie se puede quejar de eso. Dentro de la causa están todos los elementos que las partes quisieron introducir, pero no puedo saber cómo van a evaluar los jueces esos elementos.

T -¿Quiénes lo acompañan hoy?

G- Tengo tres hermanos, sus esposas, una hermana y su esposo, sobrinos, amigos del colegio, que muchas veces me esperan en la puerta del tribunal, y amigos del seminario que también me acompañan. Ellos son los que me sostienen. Ellos son los que de igual a igual me han sostenido afectivamente hasta este momento. De lo contrario, creo que hubiera sido muy difícil resistir con equilibrio este momento. Uno podría trastabillar en su persona, salir a decir cualquier cosa o deprimirse.

T-¿Qué hizo usted entonces?

G-Utilicé todo esto para purificarme más. Cuando los metales se ponen a una alta temperatura, se purifican de todo aquello que les sobra, van a la esencia de sí mismos. En lo que es el metal de mi vida, todo esto me tiene que servir para ser mejor, para aguantar más las cruces de cada día, para no tener tanto temor al que dirán y para ayudar más a los demás. (Telam)