Aniversario del Gaucho Lega

Hoy lunes, una extraordinaria fuerza de religiosidad popular tendrá lugar en la ciudad de Saladas como cada 23 de mayo. Desde bien temprano, hombres y niños ataviados como gauchos y mujeres de paisanas, todos a caballo con predominio del rojo en sus banderas, en los pañuelos, en los cintillos de sombreros, en las polleras o vestidos, llegarán en procesión para la misa del Gaucho Lega.
De origen humilde y padres trabajadores, Olegario Álvarez había nacido sietemesino el 6 de marzo de 1871 en Raíces Norte departamento de Bella Vista en el campo de Sebastián Almirón y en plena fiebre amarilla. Era el segundo de los hijos de Rosendo Benítez y Paulina Álvarez.

El apodo “Lega” derivó de la costumbre correntina de apocar los nombres. Desde muy pequeño se trasladó a Saladas con su madre y sus dos hermanos, Marcial y Nemesia luego ser abandonados por su padre.

Allí fue el muchachito de los mandados de Modesto Fernández, alguien identificado con el partido autonomista y el pañuelo colorado. Cursó el primer grado infantil de la Escuela Elemental N°1 (hoy Escuela Nº 97) tan solo cuatro meses de la que una mañana de escapó para nunca más retornar.

Robusto, corajudo, introvertido, con 18 años de edad se hacía respetar y temer, como los hombres superiores imponen respeto por su jerarquía moral, o se hacen temer por la severidad de sus instintos.

Lo destinaron entonces de guardaespaldas de un caudillo de pueblo, pero Lega no pertenecía a esa estirpe de individuos serviles. Con solo 20 años fue designado sargento de policía para hacerlo sentir importante y utilizarlo. Al aceptar el cargo con el respaldo de “arriba” como le mintieron: selló su destino.

El 28 de diciembre de 1892 estalló una revolución escuetamente citado por los historiadores contemporáneos y posteriores. Allí un grupo de seis hombres al mando del Sargento Álvarez resistieron el ataque y obligaron el repliegue de los cobardes insurgentes.

En el ambiente flotaban entonces promesas de venganza, la que llegaría el 21 de agosto 1.893, cuando un levantamiento expulsó al personal policial de la comisaría local. El Comisario Ferreyra huyó al Paraguay y el sargento Álvarez, “Lega” comenzaría a padecer un largo calvario cubierto de sombras y oquedades. Sufrirá la temida estaqueada de cara al sol, el martirio de cabalgar una jornada atravesado sobre el lomo del caballo con pies y manos maniatados por debajo de la panza del animal, vejado, con hambre y sed.

En Corrientes lo esperaba la reclusión perpetua y la nueva “cárcel de la columna” como popularmente se la llamó en los primeros años a la que todavía hoy funciona en la bajada del Puente General Belgrano y de donde se evadiría el 6 de marzo de 1905 tras 12 años de cárcel y con 34 años de edad.

Después de la evasión de la cárcel Olegario Álvarez era para el pueblo el “gaucho Lega”, caudillejos y policías que le adjudicaban tropelías ajenas lo tildaban de bandolero. Mientras que la población lo exaltaba, policías y políticos lo execraban aviesamente. Surgió desde el anonimato una campaña condenatoria por el temor de la venganza de aquellos que debieron asistirlo en el juicio de 1893 y que lo condenó a perpetuidad.

El gaucho Lega fue un hombre que concitó el afecto popular, amparado por amigos de la niñez, y juventud, algunos de distinto color político, que dividió al personal policial, en cumplidores de la ley y encubridores que, incluso lo guarecieron en sus hogares.

Gerardo Pisarello en su libro “Che Retá”, paginas 117, 118, edición 1979 escribió: “Todos lo habían visto pero cuando la policía interrogaba. Por aquí no ha pasado… al menos nosotros no lo vimos, contestaban.

Hacia las 4 de la madrugada del día 23 de mayo de 1906 (este lunes se cumplirán 99 años) a poco más de un año de su evasión, cuatro comisiones policiales dieron muerte al Gaucho Lega en Rincón de Luna, departamento de Concepción junto a Adolfo Silva. Con el tiro de gracia, sumaron ocho los balazos a Lega, y Silva que murió instantáneamente de un sablazo en la cabeza, recibió cinco disparos después de muerto.

Al amanecer del 25 de mayo los vecinos de Saladas repetían la costumbre de disparar las armas saludando al día patrio. Nunca más espectacular coincidencia. Estampidos de todos los calibres como saludando la llegada del cadáver del gaucho que vivió con las armas en la cintura, ya transfigurado en mito de magnitud. Vecinos y escolares que convergían a la plaza para el acto patrio encontraron la sorpresa “¡mataron al gaucho Lega!” que se irradió por todo el pueblo, atravesó la periferia, repercutió en la campaña.

El 26 de mayo de 1906, tres días después de su muerte, con pañuelo celeste al cuello, Victoriano Núñez, encendió una vela roja al pie de la sepultura de su amigo. Desde entonces las velas para Lega son rojas.

Velas, flores y cintas rojas, distintas a las demás sepulturas solo en el color, nada extraño a su alrededor: la cruz cristiana y oraciones del culto católico, convierten a la tumba del “gaucho Lega” como desde el día de su entierro, en la más visitada del cementerio saladeño.

“Con las cintas coloradas y las velas coloradas que allí se prenden, es como si Lega volviese a mostrar sobre la tumba la sangre de su muerte. Corre esta vez hecha cera derretida, cae pesadamente en la tierra, como buscando sus cenizas” (Che Retá, Gerardo Pisarello página 120).


Fuente: El Gaucho Lega. Leyenda y Realidad de Olegario Álvarez de Ramón Julián Blanco.